Ray Bradbury, en su libro "Farenheit 451", nos sorprende con un mundo donde el libro está condenado a desaparecer. Los protagonistas memorizaban los textos y los trasmitían de forma oral y lo hacían en "el bosque de las palabras".



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domingo, 20 de mayo de 2018

MARÍA, OJOS DE LECHUZA de Ignacio Sanz






María, ojos de lechuza
 Ignacio Sanz Martín (Autor), 
Mariano Carabias María (Ilustrador)
Tapa blanda: 64 páginas
Editor: Isla de Náufrago, Ediciones; Edición: 1ª, 2017
Colección: Simbad

                                                                  Iniciación el vuelo

                Ignacio Sanz, autor de este María, ojos de lechuza, ha publicado una abundante obra que incluye novelas, relatos, libros de viajes y etnográficos, además de novela infantil y juvenil. Segovia ha sido el tema o escenario de varios de sus libros y lo es de nuevo en este librito de poco más de sesenta páginas narrado por Zacarías, un chaval de unos diez años que pasea por la ribera del Eresma y la alameda del Parral guiado por su tío-abuelo el pintor Jesús González de la Torre. El artista es un admirador del valle y de los grandes escritores que han dejado en él su huella: San Juan de la Cruz, Antonio Machado y, en especial, María Zambrano a quien él mismo retrató. Zacarías aprende en los paseos que ciertos artistas se  reencarnan en aves y que Zambrano los sobrevuela en forma de lechuza, dotada de mitológica sabiduría.
                El relato, ilustrado magníficamente por Mariano Carabias, avanza en breves capítulos gracias a diálogos sencillos y reveladores de la magia del lugar y de los originales personajes que lo pueblan. Se apoya en el folclore (canciones, trabalenguas) y se ancla en un tiempo mítico que sirve con naturalidad al propósito principal: ensalzar el valle y la alameda por su singular hermosura y su peculiar energía espiritual. El pintor ofrece al muchacho una visión poética y fantástica de ese entorno y en esa unión de la mirada del niño ("absurda, creativa y desconcertante") y la recreación literaria mítica del valle se encuentra, en mi opinión, la belleza y el sentido del relato.
                ¿Solo recomendable para admiradores de los parajes segovianos y de su cultura? No lo creo. El tío pintor muestra al sobrino una iniciación al vuelo, esto es, a la poesía desde un rincón que la encarna en sí mismo además de haber sido habitado y admirado por grandes creadores, y esa iniciación es apta para cualquiera, conocedor o no de estos rincones, niño como Zacarías o adulto con una sensibilidad acorde al tema, que no es otro que la trascendencia del arte y la necesaria búsqueda de la belleza. Para un propósito elevado Ignacio Sanz se ha servido de materiales cercanos, familiares, tan conocidos que necesitaban una mirada nueva y reveladora. La alameda del Parral se convierte así, como en el proverbio chino, en esa casa propia a la que conviene dar tres vueltas y apreciar justamente antes de salir por el mundo.

Reseña realizada por Ángel Postigo

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