Susann Opel-Götz
Editorial Siruela
Aunque el título pueda inducir a error, no se trata de un libro sobre alienígenas venidos de otros planetas, sino de el descubrimiento por parte se Jona, el protagonista fr la novela, de todo un mundo al que él es absolutamente ajeno: los suburbios de la ciudad.
El protagonista es un apasionado del mundo exterior: alienígenas, ovnis, extraterrestres y demás fenómenos cósmicos; de hecho, ha leído todo lo que ha podido sobre el tema. Jona está convencido de que en algún momento de su vida conocerá a un alienígena. El día que Henri se sienta a su lado en la escuela, supone que ese día ha llegado. A partir de ahí surge una gran amistad entre los dos.
Jonathan, Jona para sus padres y amigos, habla mucho (hasta pierde el hilo de lo que nos está contando algunas veces), no sabe resumir, no se le dan bien las matemáticas, tiene un cine interior (sí, él mismo “se ve” diciendo o haciendo cosas que le gustaría), no le gustan los besos ni los abrazos (aunque algunas veces ha visto cómo sólo con un abrazo uno se siente mejor), no llora desde los cinco años, le encantaría decir esas palabras tabú que sus padres no le permiten, de vez en cuando no entiende las conversaciones de los mayores y algunas veces también le da por pensar. Piensa en el acosador de Víctor, en los juegos de besos con Larissa y en su amigo extraterrestre. Jona está convencido de que su nuevo compañero de pupitre es un extraterrestre porque no tiene ni idea de las cosas "normales" de los terrícolas, esas que todo el mundo hace como las vacaciones de verano en la playa, los regalos de Navidad, las visitas al zoo y al parque temático, la variedad de comida (ecológica) que existe y que se guarda en el frigorífico y en los armarios; además todas esas cosas las pagan los padres, no los niños.
Nuestro protagonista vive aún en la edad de la inocencia, quizá demasiada. Jona es ajeno a la realidad de su amigo hasta que lo ve con sus propios ojos, y se da cuenta de que efectivamente extraterrestre no es, pero como le dijo su madre “somos de dos mundos distintos”. Dos mundos separados escasamente: el del barrio “bueno” y el barrio “malo”, ese donde no se puede ir pero que es el hogar de su mejor amigo. En cambio, la amiga de Henri sí va siendo consciente de las circunstancias del chico nuevo, incluso en alguna ocasión le dice a Jona que no se está enterando de nada. Los pensamientos que tiene Jona cuando ve el piso, el sofá, las sillas, la tele, el vaso de agua que les ofrece (porque Henri no tiene otra cosa), las sensaciones que le producen el gris de las calles y de los edificios, los chavales encapuchados que están en la acera, la angustia, el miedo, el olor (que no va a olvidar nunca).
Por supuesto que se había imaginado mil veces el hogar de Henri, pero era muchísimo peor de lo que se esperaba, incluso sabiendo lo que era “ser pobre”, que lo había visto en la tele y hasta había visitado una casa rural sin baño. No obstante, nada de esto cambia el hecho de que hayan sido y seguirán siendo grandes amigos.
Henri y Jona se ven sometidos al acoso y persecución del típico matón de clase y será a partir de esa situación cuando Jona conocerá la verdad sobre la vida de Henri. Hasta entonces, realmente es Jona el que parece vivir en otro planeta sin enterarse de nada y creyendo que el extraterrestre es su amigo.
El final del libro sobrecoge y emociona.
Los capítulos no son breves y las ilustraciones sólo aparecen acompañando al título. No hay muchos personajes. Se lee bien, sobre todo a partir de la mitad, aunque en algunos momentos puede parecer que la historia podría ser contada en menos páginas.
Para terminar y a modo de reflexión, cabe decir que si el protagonista no fuera tan inocentón, no habría libro. Jona tiene casi 10 años, una hermana adolescente y un hermano de unos 5, padres que trabajan y una chica que les cuida y les hace la comida. El vecino es librero y su casa está llena de los libros de su librería. Precisamente será el vecino el que le seguirá la corriente con lo del extraterrestre. El protagonista tiene un adulto en quien confiar y éste se convierte un poco en el hada madrina del otro.
Reseña realizada por Rodrigo y Sara Cid
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