María, ojos de lechuza
Ignacio Sanz Martín
(Autor),
Mariano Carabias María (Ilustrador)
Tapa blanda: 64 páginas
Editor: Isla de Náufrago,
Ediciones; Edición: 1ª, 2017
Colección: Simbad
Iniciación el vuelo
Ignacio Sanz, autor de este María, ojos de lechuza,
ha publicado una abundante obra que incluye novelas, relatos, libros de viajes
y etnográficos, además de novela infantil y juvenil. Segovia ha sido el tema o
escenario de varios de sus libros y lo es de nuevo en este librito de poco más
de sesenta páginas narrado por Zacarías, un chaval de unos diez años que pasea
por la ribera del Eresma y la alameda del Parral guiado por su tío-abuelo el
pintor Jesús González de la Torre. El artista es un admirador del valle y de
los grandes escritores que han dejado en él su huella: San Juan de la Cruz,
Antonio Machado y, en especial, María Zambrano a quien él mismo retrató.
Zacarías aprende en los paseos que ciertos artistas se reencarnan en aves y que Zambrano los
sobrevuela en forma de lechuza, dotada de mitológica sabiduría.
El relato, ilustrado magníficamente por Mariano
Carabias, avanza en breves capítulos gracias a diálogos sencillos y reveladores
de la magia del lugar y de los originales personajes que lo pueblan. Se apoya
en el folclore (canciones, trabalenguas) y se ancla en un tiempo mítico que
sirve con naturalidad al propósito principal: ensalzar el valle y la alameda
por su singular hermosura y su peculiar energía espiritual. El pintor ofrece al
muchacho una visión poética y fantástica de ese entorno y en esa unión de la
mirada del niño ("absurda, creativa y desconcertante") y la
recreación literaria mítica del valle se encuentra, en mi opinión, la belleza y
el sentido del relato.
¿Solo recomendable para admiradores de los parajes
segovianos y de su cultura? No lo creo. El tío pintor muestra al sobrino una
iniciación al vuelo, esto es, a la poesía desde un rincón que la encarna en sí
mismo además de haber sido habitado y admirado por grandes creadores, y esa
iniciación es apta para cualquiera, conocedor o no de estos rincones, niño como
Zacarías o adulto con una sensibilidad acorde al tema, que no es otro que la
trascendencia del arte y la necesaria búsqueda de la belleza. Para un propósito
elevado Ignacio Sanz se ha servido de materiales cercanos, familiares, tan
conocidos que necesitaban una mirada nueva y reveladora. La alameda del Parral
se convierte así, como en el proverbio chino, en esa casa propia a la que
conviene dar tres vueltas y apreciar justamente antes de salir por el mundo.
Reseña realizada por Ángel Postigo
Gracias por esta reseña.
ResponderEliminarCualquier empujón nos viene muy bien.